«Brancusi restaura la dignidad embarullada, marchita y olvidada de las cosas.» Georges Duthuit
Como complemento a la exposición Brancusi-Serra que se se puede ver en el Museo Guggenheim de Bilbao continuamos con una segunda parte dedicado al mobiliario que Brancusi tenía en su Taller. A lo largo de su vida, Brancusi fabricó los muebles, utensilios, herramientas y objetos que necesitaba y que, junto con sus esculturas, constituían su entorno cotidiano. Él hizo lo mismo con sus amigos y relaciones. Entre su trabajo como escultor y su entorno no debía de haber ruptura.

Sofa Brancusi 1928
En el museo, el espectador está acostumbrado admirar la perfección técnica que constituye cualquier obra de Brancusi, aquella que más allá de la particulariad de su forma, ofrece el maravilloso pulido del bronce o el mármol o la superficie recortada de una madera preciosa. Pero en el Taller, algunos objetos parecen ofrecerse a nuestros ojos en estado bruto, ya sea debido a las huellas de la herramenta que le ha dado forma, o porque revelan los accidentes del material. Si nos acercamos al mobilario del taller de Brancusi nos encontramos con una lista de objetos, que por su forma están más cercanos a las obras más conocidas de Brancusi y que podrían ser considerados como proyectos, maquetas o bien estados intermedios de obras terminadas. Sin embargo a nosotros nos interesa un grupo de piezas a las que podríamos denominar objetos funcionales u objetos de uso cotidiano.
Objetos de uso cotidiano.
Estos objetos fueron creados para la vida cotidiana del artista, en el interior de su taller. Estas obras se caracterizan por la claridad de su concepción y la simplicidad de su ejecución – sin olvidar el ingenio demostrado para la elección de las soluciones más simples, tanto en la elección de los componentes como en su ensamblaje final. La escultura en piedra, madera y metal, así como el montaje mecánico son técnicas que Brancusi supo aplicar a la fabricación de estos objetos, y que formaban parte de las enseñanzas adquiridas en la Escuela de Artes y Oficios en Rumanía, antes de venir a París. Durante muchos años prefirió rodearse de utensilios domésticos creados y fabricados por él mismo, dando testimonio de este modo de una profunda filosofía de vida.
¿Por qué a Brancusi le parecía normal que un artista se fabricase la mayoría de los objetos cotidianos usados en el taller? Para entender esto hay que situarlo en una perspectiva histórica. Al principio de su vida, Brancusi había asistido a lo que debió ser el eclipse de la era de los antiguos artesanos. Teniendo en cuenta la mecanización creciente de la producción, al final de su vida, iba a asistir el declive progresivo de la Bauhaus. Si bien había manifestado un profundo respeto por las técnicas antiguas, también había estado muy atento a las ventajas que aportaban las nuevas herramientas y los novedosos procedimientos técnicos. Sin duda participaba del credo de la Bauhaus, según el cual un artista moderno nunca debía de sacrificar su originalidad al desarrollo tecnológico; la creatividad del artista y el progreso técnico debían de ir a la par.
Si colocamos en segundo plano la utilidad práctica de los objetos en el interior del taller, hasta las piezas excultóricas podrían ser vistas bajo una luz diferente. Por ejemplo, analizando la forma del Vaise blanc en mármol, podemos advertir que Brancusi empezó dándo forma a una cabeza, posteriormente pasó a tallar un vaso, y lo terminó bajo la forma más prosaica de un mortero. Ello manifiesta que la escultura y los muebles de Brancusi pertenecen a un mismo orden conceptual, premisa que aplicará a las bases de sus esculturas, las cuales serán consideradas como muebles por el artista.
El taller servía a Brancusi no sólo de espacio de trabajo sino también de lugar para vivir. Algunos de sus visitantes, como por ejemplo Georges Duthuit, han comentado que “a través de las esculturas esperaba que aconteciesen lecciones de disciplina, de comportamiento y la alegría de vivir”. Sobre todo esto último. Otros testimonios nos hablan de que frecuentaban su taller porque la alegría se daba allí de muchas maneras: buena comida, conversación chispeante y chicas guapas. Brancusi prohibía la entrada a los críticos de arte y a los que traficaban con él. Así pues, su taller no era un santuario, sino un depósito de alegría. El ejemplo, a Man Ray se le van los ojillos y las manos en la foto de 1930. “Pura vida, puro ritmo…»
Suponemos que la multitud de preocupaciones que se dan en el taller, desde una pieza de escultura al afilado de una herramienta o la confección de los objetos cotidianos más humildes, se desarrollan en paralelo y se solapan durante un tiempo. En el acto de su creación se distingue claramente la espontaneidad y la improvisación, ligadas a una reflexión rigurosa, donde lo provisorio y frágil se confronta a lo sólido y al equilibrio. Se nota un ligero toque no convencional que define a sus objetos, señal visible de la mano de un artista cuya destreza supo cubrir toda una gama de habilidades, capaces de resucitar los gestos ancestrales del artesano así como de alterar la forma de manera radical, como escultor de vanguardia que fue. Y en la sustancia de este no-conformismo aparente, se deja entrever la imagen de un Brancusi íntimo, privado, aquel que han debido ver sus amigos más cercanos y algunos visitantes privilegiados de su taller del callejón Ronsin.
Acabamos como empezamos, con esta frase de Duthuit «Brancusi restaura la dignidad embarullada, marchita y olvidada de las cosas.» En efecto, como muy bien apunta Angel González García: » Todas ellas corren peligro de perderla en estos tiempos de barullo, pero sobre todo los objetos de uso cotidiano. Ninguno de los que había en el taller de Brancusi procedía de una tienda, como Man Ray se encargó de recordar. Esto tiene su importancia; pues las cosas que nos venden en las tiendas, y muy en particular esas maquinitas domésticas de impecable acabado, nos parecen al salir de sus envoltorios como hechas por sí solas, sin el auxilio de manos humanas, y a menudo caen rápidamente en el olvido, si es que no empiezan incluso a resultarnos odiosas, repugnantes. Pensad por ejemplo en un coche nuevo o en un ordenador recién comprado ¡qué tontamente nos cautiva la ausencia de huellas sobre su superficie inmaculada! … La primera huella de nuestros dedos sobre un molinillo eléctrico basta para que deje de funcionar correctamente Qué estraño ¿n0? Qué extraño que a un objeto de uso no le convenga un aspecto de usado. Qué extraño que el uso prolongado de una sartén o de un abrigo haya dejado de constituir una garantía para convertirse en una tara. Qué extraña la idea que nos vamos haciendo de la dignidad de las cosas, que sólo podría consistir en su uso, y no en esa pulcritud abstracta de las que han sido hechas sin manos. No os vayáis a confundir con el pulimento irreprochable de algunas de las piezas de Brancusi. Su brillo no es una cualidad espiritual, sino material.» *
* Angel González García, La zanja luminosa, texto de una conferencia pronunciada dentro del ciclo ? Qué es la escultura moderna. Del Objeto a la Arquitectura organizada por la Fundación Mapfre, Madrid, octubre-diciembre de 2002.
En esta galería tenéis la oportunidad de visualizar una gran variedad de objetos de uso cotidiano fabricados por Brancusi
Magnifico articulo, siempre es importante publicar información cultural y artistica.
me gusto mucho. gracias.
Estimado Miguel Angel:
Gracias a tí por seguirmos. Brancusi merece siempre un mirada especial
Saludos