Cesar_borgia

Retrato de César Borgia

César aparece como el engendrador y origen de todos estos males. En su poder los florentinos no ven más que un daño organizado. El hijo de Alejandro se llama a sí mismo: <<César Borgia de Francia, por merced de Dios duque de Romania, de Valencia y Urbino, príncipe de Andrea, señor de Piombino, <<gonfaloniere>> y capitán general de la Santa Iglesia Romana>>, ¡pero los florentinos lo llaman brevemente <<el bandido>>! Se sospecha que la Signoria está inclinada a firmar una paz desastrosa con el hijo belicoso del Papa, y entonces en las puertas de las casas de los que habían gestionado el paso de César, aparecen dibujadas, por la noche, horcas y cuerdas. Esta indignación infructuosa e impotente conmueve también a los empleados de la República, pues éstos no sólo tenían que computar oficialmente el trabajo aniquilador de César durante su marcha a través de la República, sino que también ahora la Signoria les sobrecarga con las relaciones de los territorios rebeldes. También Maquiavelo está indignado contra César, como todo florentino que ama a su ciudad, y comparte la incertidumbre y temor de sus amigos, vecinos y burócratas. Pero Nicolás no se deja dominar por este sentimiento. Por encargo de la Signoria ha atravesado a caballo a diestro y siniestro los territorios ocupados y perjudicados, ha conversado con campesinos, solados, y alcaldes durante noches enteras y ha fiscalizado la guardia de las murallas y las cuentas de los libros. Tanto en lo grande como en lo pequeño Nicolás ha visto y se ha convencido de cuan débil es Florencia y busca la causa de esta debilidad. ¿Por qué la Estrella de la Guerra que surgió en Roma ha resplandecido en Toscana con potencia insospechada, ha abierto todas las heridas que se pensaban cicatrizadas, ha creado una fuerza indomable en las llanuras silenciosas, en los pueblos adormecidos, en los mercados activos, y ha puesto en duda en su propio territorio todo el trabajo florentino de la penetración de largos años? ¿Por qué en Toscana el fantasma de la guerra ya ha aniquilado todo? ¿ Y por qué en los territorios de la Iglesia, por el contrario, ha unido alrededor de Roma una región grande y salvaje con las ciudades más célebres y sus puertos más ricos? Maquiavelo, cuya alma se hallaba dispuesta a todas las manifestaciones del poder, no podía responder como los florentinos: ¡porque César es un miserable! No, Nicolás, que se entusiasmaba por toda energía, por todo lo que fuera acción, por toda manifestación de valor, durante cuatro años contempló un inmenso campo de batalla que se extendía desde la desembocadura del Tíber y llegaba a las llanuras del Po, donde el hierro, el oro y la traición fueron los engendradores de la realidad. Nicolás ve las nuevas uniones químicas, la distinta técnica de la fuerza: César no causa muertes solamente, sino que funda y asienta su conquista, una vez logrado el poder, sin necesidad de la fuerza. Contrariamente a lo que hicieron sus antecesores, no quiere solamente saquear a sus súbditos, sino mantenerlos en disciplina y obediencia. El frío razonamiento y un orden mejor acompañan su conquista. Simplifica la organización de la justicia, cuida de las casas de préstamos, hace demoler las partes viejas de las ciudades y promete construir nuevas, empieza el desecamiento de las regiones pantanosas de la Romania y contrata los servicios del primer ingeniero del agua de su tiempo, Leonardo da Vinci. La demagogia empleada por César no necesita tan numerosos y largos rodeos como la que ha empleado Lorenzo de Médicis en Florencia: la demagogia de César actúa golpe a golpe, paso a paso, aturde con sus sorpresas y no sigue al hecho sino que lo acompaña. César ordena decapitar a los gobernadores que fueron crueles obedeciendo a órdenes suyas, una vez realizada la misión ordenada y abandona sus cadáveres a la multitud para que en ellos se sacie. Trata por todos los medios posibles de solidarizarse con la multitud y subraya siempre el derecho de la Iglesia y la legitimidad de sus medidas. Toma a su servicio a los amigos y soldados mercenarios de los soberanos desterrados por él, y forma a su alrededor un círculo de soldados que no pertenecen a nadie. Además, hace regalos a los más conocidos <<condottieri>> de la Romania, regalos mucho más valiosos que la paga por los soldados.

Leonardo_da_vinci_plano_de_Imola

Leonardo da Vinci, plano de la ciudad de Imola

Nicolás espera con impaciencia mayor que la de cualquiera todo acto de traición de Borgia, pues su propia lógica y la de César es una misma: tan descarada como su voluntad, tan osada como los acontecimientos, alejada de toda escuela, de todo dogma y de toda ficción. Aquí aprende Nicolás toda su escuela política que le impulsará durante toda su vida, y nada de lo hasta ahora descubierto con sutileza es problemático. En su mente se forman ya los capítulos de su libro y sólo una pura casualidad le dictará la hora en que deba escribirlo. Nicolás, dejando a un lado las teorías y libre de toda prevención mira a la Romania, y lo que ve, los hechos, les inspiran estas preguntas: ¿Cuándo y por qué se pierde el poder? ¿Cómo se logra y cómo se conserva? ¿Cómo se convierte la fuerza en poder, el poder en soberanía y la soberanía en estado? ¿Cómo se defiende y agranda el estado? ¿Cómo debe comportarse el príncipe que ha llegado a gobernar por medio de crímenes, y cuáles son las obligaciones militares del príncipe? ¿Es mejor gobernar con crueldad, o con clemencia? ¿Debe el príncipe cumplir su juramento?

Precisamente la debilidad de su patria, Florencia, le permite establecer las preguntas con precisión, no tiene que conciliar lo que es con lo que debiera ser, pues el poderío de Florencia se ha reducido casi a la nada. Como patriota florentino Maquiavelo abriga hacia Borgia el mismo sentimiento que después tuvieron los oficiales prusianos, como Scharnhost, contra Napoleón: lo combaten y lo admiran al mismo tiempo; teniendo a Napoleón en el corazón luchan contra Napoleón.

Cuando al final de su labor diaria y cansado por el trabajo cotidiano, Nicolás ordena sus pensamientos, cuando deduce el resultado de todas las preocupaciones de la Signoria, entonces proyecta planes, que bien podrían creerse órdenes de César. Aúna su propia experiencia con la de Borgia <<Se puede – escribe acerca de Arezzo, sitio donde permaneció a menudo como comisario del gobierno – lograr que una ciudad rebelde cambie o por los beneficios o por el aniquilamiento: esto depende de las circunstancias y del carácter del pueblo levantado. Siempre hay quien manda y quien sirva, y también quien sirva de buena o de mala gana, y hasta quien se subleve y sea sometido de nuevo>>. Los habitantes de Arezzo no sirven de buena gana, porque su Signoria, no les ha dado beneficios, sino castigos: el castigo y no el aniquilamiento ha creado siempre en Arezzo una fuente de rebelión. Los florentinos han mostrado afán por el poder, sin que hayan sabido ejercitarlo. ¡Y esto lo notan los súbditos! La regla fundamental y justa sería, según Maquiavelo, <<o ganar a la gente por la amistad o deshacerse de ella; porque se pueden vengar de las ofensas pequeñas, pero no de las grandes>>. A Florencia le falta voluntad para la crueldad; no por causa de humanidad sino por su debilidad interior. Según Maquiavelo, el valor para afrontar un ataque sin consideraciones, la voluntad para el terror, los tienen solamente los seres en quienes fulgura la llama del poder. El que César mate a los príncipes vencidos, es para su admirador una cosa natural; pues para conservar el estado conquistado hay que exterminar a toda la familia de los que anteriormente gobernaron. Pero no sólo el príncipe de un estado nuevo, piensa Maquiavelo, sino todo principio de un nuevo sistema de gobierno debe asentarse en las cabezas decapitadas. Establecer el servilismo de un pueblo, sin librarse de los mejores hijos de Bruto, es la misma locura que proclamar la libertad sin haber estrangulado a un tirano. Quien quiera lograr estas revoluciones, estas innovaciones, sin que se vierta sangre, este tal no conoce los impulsos y deseos de poder que anidan en el corazón humano. Al principio de toda nueva soberanía tiene que actuar un nuevo tribunal, pero que no tenga nada que ver con la justicia; porque todo nuevo gobierno es un heredero del trono por medio del crimen. ¡Y el crimen obliga! El código del terror preceptúa: aniquilamiento de los prohombres políticos encontrados al llegar y si es posible la suplantación por otros. La gente baja y sin partido – en tanto que se la necesite – vendrá por sí misma; pero los nuevos coronados del poder pueden fácilmente caer víctimas de su triunfo si, enceguecidos por su propia fuerza, confían perezosamente sólo en el asesinato y en la tortura y si hacen de la fuerza un mal uso. <<Por mal uso de la crueldad entiendo – escribe Maquiavelo – cuando ésta aumenta siempre, siendo así que ya tenía que terminar. De esta forma no puede afirmarse, ni afianzarse>>. Si el asesinato se realiza inteligentemente, entonces el nuevo soberano puede lograr su fin con un mínimo de víctimas. Asesinato sin demagogia, asesinato sin teatralidad, asesinato sin suscitar la indignación de jueces embusteros, asesinato sin aplausos y asesinato sin acusaciones falsas ni calumnias infernales, pertenecen a la escuela de la vieja tiranía antimaquiavélica. El concepto nuevo del asesinato para poner fin a una soberanía debe aparecer como obra de capacidad y es mucho más el trabajo de un verdadero hombre de estado que acción del verdugo. Las ejecuciones deben ocurrir de una vez, y no una después de otra, ni durante varios meses. Aquel que, a más del asesinato, olvida acariciar, es un necio sanguinario, cuya acción cruenta nunca conducirá al éxito, que es lo que, en último término, disculpa, justifica y aclara todo. Las ejecuciones deben brillar en la oscuridad general del miedo, como el fanal, que se ve de lejos, y deben paralizar la acción de los enemigos del nuevo orden. Todos los adversarios, perseguidos o no, no deben imaginarse a sí mismos de otra forma que descuartizados, torturados y desterrados con el báculo del pobre en la mano.

Pisanello_ahorcados

Dibujos de Pisanello Ahorcados

Maquiavelo descubre el terror y le da forma y vida. Califica a este medio del poder como <<cruel>>; por eso el que quiera gozar del aire suave y amoroso de su jardín, debe reducirse a los actos de su vida privada y huir de ese campo feroz. Ahora bien, solamente César Borgia es quien ha abolido lo privado para los florentinos, pues éstos permanecen condenados a vivir rodeados por la guerra y la fuerza. Está contaminada para los florentinos la atmósfera de esa vida, a pesar del anhelo que hacia ella sienten, como un murmullo del mundo. Y César no solamente estrecha, cerca y amenaza a la República, sino que es la obsesión de cada florentino cuyas horas de descanso no se hallan libres de tal espectro. Porque en eso radica el gran triunfo del soberano del poder: ¡esclavizar la imaginación y los pensamientos de los hombres!

En la mente de Maquiavelo este soberano se encuentra suficientemente esclarecido, pues Nicolás encuentra en esta criatura el impulso fundamental de la política: el egoísmo. Este egoísmo, que se eleva como una fuerza nueva de un mundo. Belicoso, no tiene ya cabida en el individual egoísmo de César y, basado en las posibilidades objetivas existentes, se extiende sobre el estado. Es verdad que es un estado rudo e imperfecto todavía, que no tiene aún poder para aunar sus fuerzas y que celebra la orgía del desenfreno. La inmoralidad del individuo que actúa a su frente es la ley natural de la tiranía en el trayecto hacia el poder. Para Maquiavelo César es quien plasma el mundo transformado; es para él el <<príncipe necesario que puede desempeñar al mismo tiempo el papel de hombre y de bestia>>.

florencia_mapa_1500

Mapa de Florencia hacia 1500

De súbito, aunque no inesperadamente, la monotonía del miedo diario en Florencia se interrumpe con una breve alegría; una noticia se propaga de escritorio en escritorio por las cancillerías, traspasa la monumental puerta de la Signoria y conmueve a la ciudad: ¡los <<condottieri>> de César, Orsini, Oliveretto, con Vittellozzo Vittelli a la cabeza, se han levantado contra Borgia! Vittelli el mejor soldado de César, quiere reunir alrededor de sí a todos los soberanos amenazados. Sus aliados son: el señor de Perugia, Baglioni; el tirano de Siena, Pandolfo Petruzzi y el soberano de Bolonia, Bentivoglio. Vitellozzo invita a todos los soberanos desterrados de los Borgias a que abandonen sus asilos y refugios y se junten con él y con amigos. Todos deben encontrarse en La Magione, en las proximidades de Perugia, para parlamentar sobre la guerra. La serpiente César, dice la contraseña, nos estrangula a uno después de otro. Venecia y también Florencia están invitadas a mandar sus representantes a La Magione. Vitelli, que debido a las amenazas francesas ha tenido que abandonar hace poco el suelo de Toscana, se declara amigo de los florentinos. Apenas llega a oídos de la Signoria esta invitación, recibe otra de la parte contraria, de César, rogándole envíe a Imola una embajada. La Signoria se halla presa entre esas invitaciones como entre unas tenazas. ¿Se unirá a Vitelli, con los Orsini, con estos amigos de los Médicis, con estos estranguladores de Toscana, o con el mismo diablo, con César? Si la Signoria hubiera podido obrar libremente, hubiese enviado enseguida sus embajadores a La Magione; pero Luis de Francia anuncia claramente que no abandonará a Borgia, y la Signoria no puede actuar contra Francia, aunque también debe considerar el clamor público que odia a César. El pro y el contra son considerados desde diferentes puntos de vista. Por fin triunfa la decisión de negociar con César y denunciarle todo lo que se sabe acerca de la conspiración. Pero la Signoria no quiere concederle el honor de un embajador, y envía solamente a Imola al secretario de la segunda cancillería; Nicolás Maquiavelo. Su misión consiste en vigilar y descifrar de cerca a este adversario peligroso, so pretexto de amistad, sin firmar nada definitivo y dar largas a todos los asuntos.

"Vitellozzo Vitelli"

Vitellozzo-Vitelli

El duque recibe a Maquiavelo como a un amigo mucho tiempo esperado; pero ignora que el florentino ha venido con las manos vacías, que sus poderes son insuficientes, y César espera poder firmar pronto con la Signoria un pacto contra los sublevados.

<<Tenemos – dice el duque – una extensa frontera común y los mismos enemigos. Florencia tiene abiertas dos heridas que sangran: Vitellozzo y Pisa; yo puedo curar las dos. >>

<< ¿Qué debemos hacer – pregunta Maquiavelo deseando evitar las generalidades – si nos atacan los <<condottieri>>, con los que no quisimos firmar acuerdo por amor a Su Excelencia y por lealtad a Francia? >>

<<En ese caso me apresuraré personalmente a defenderlos – contesta César -. Me encargaré también de todos los gastos de la guerra. >>

Maquiavelo anota todas estas respuestas generales como poco satisfactorias

Después de la segunda audiencia, Nicolás se aproxima más a César. El hijo del Papa se halla sentado enfrente del florentino, vestido de terciopelo negro, llevando una pesada cadena de oro al cuello, y contempla fugazmente a ese minúsculo negociador, delgado, de rostro pálido, huesoso, mejillas hundidas y boca grande. No ve en él nada extraordinario: un diplomático inteligente, como hay muchos en Italia. Nicolás es para César como un buzón, donde se echan las noticias verbales y por escrito. Y, si después de muchas y largas conversaciones se produce una leve intimidad, ésta ya ha desaparecido para la próxima audiencia. Nicolás quiere captar hasta los matices de las palabras de César, y como siempre en sus misiones, se encuentra descontento de sí mismo. Durante muchos años su espíritu seguía paso a paso todos los hechos del duque, y ahora, en cambio, se cree incapaz de penetrar en lo más íntimo de Borgia. <<No sé – escribe – qué es lo que el duque desea en lo más íntimo de su corazón.>> En efecto, César  es un orador brillante, sus discursos encantas, sus propuestas arrastran, pero siempre sabe detenerse justamente al llegar a la verdad, que Nicolás quisiera conocer, como un jinete desea conocer del abismo que se abre delante de él. <<César – informa Maquiavelo – es impenetrable, pues aun cuando un tema le entusiasme no altera su voz, ni la expresión de su rostro. >> Ahora los dos se mienten mutuamente. Maquiavelo le recuerda lo que Florencia ha hecho ya por César, y César corono y anula esta afirmación, asegurando que la causa que sus <<condottieri>> se hallan sublevado estriba únicamente en que él no ha querido entregarles Toscana. Cada uno quisiera leer en los ojos de su interlocutor cuántas palabras cree éste. César, que por estar ahora amenazado no puede ofrecer mucho a los florentinos a cambio de la alianza deseada, le describe maravillosas perspectivas. Si Florencia y Roma, ambas protegidas por ­Francia, se uniesen ¿quién podría resistir su empuje en Italia? Pero también trata de estimular el apetito con algo inmediato. << ¡Maquiavelo, qué buen bocado sería esa rica ciudad de Lucca!>>Pero Maquiavelo informa a la Signoria que César no toma en serio ningún pacto italiano, pues para la ambición de Borgia sólo las alianzas fuera de Italia tienen sentido y valor; y cuanto más enérgicas son las declaraciones son las declaraciones de amor de César; tanto más enérgicamente previene Maquiavelo a la Signoria: <<Habla tan sincera, tan amistosa, tan calurosamente, doce, que uno podría desechar todo temor. No obstante, los ejemplos de su pasado nos obligan a estar siempre preocupados por nuestra suerte>>.

Con íntimo gozo trata César de causar asombro en Maquiavelo durante la conversación.

        –          ­ ¿No estáis aliados – le pregunta – con mi enemigo más inteligente, con Petrucci de Siena?

        –          No – contesta Maquiavelo -; la alianza a que alude Vuestra Excelencia es sólo un antiguo pacto de neutralidad, que expira este mes.

        –          <<Parece que me creyó>>, informa Maquiavelo. Pero, ¡César no le cree!

        –           Maquiavelo  – le pregunta un día inesperadamente -, un Orsini  me ha dicho que dos representantes de Florencia le han ofrecido una alianza. ¿Qué piensas tú de eso?

        –          Yo le preguntaría a Vuestra Excelencia si los Orsini nunca le han mentido.

        –          Más de una vez – contesta César, y entre risas concluye el interrogatorio.

La culpa única de la enemistad entre Borgia y Florencia se echa, con ligereza manifiesta, a los <<condottieri>>; y en este punto se encuentran y se superan Maquiavelo y César en indignación moral. Según ellos nadie aborrece más que ambos la traición y la deslealtad, el asesinato y la fuerza … César califica a la reunión de los <<condottieri>> sublevados en La Magione como <<la fraternidad de los comerciantes en quiebra>>.

       –          Los <<condottieri>> – explica César – me parecen menos peligrosos, pues los conozco mejor que nadie. Ese Vitellozzo, que goza de tanta fama, no tiene en su haber ninguna acción valiente. Su subterfugio es la enfermedad francesa: saquea los territorios indefensos y roba a los que no le hacen frente. Este es el único arte de su traición. No quiero ufanarme, pero me encuentro muy por encima de estas minúsculas bribonadas. Por el momento espero, pero soy el más fuerte, y te digo Maquiavelo: éste no es un buen año para los traidores.

Más la aparente disposición de ánimo de César no correspondía a la situación. Por primera vez desde una serie de triunfos ininterrumpidos, éste se encuentra en peligro. Vitellozzo y Orsini han aniquilado en la refriega a las tropas que le quedaban fieles, y los vengadores se hacen fuertes en los castillos y en las ciudades, amparados y atraídos por la impunidad. Los caudillos indignados conquistan los castillos y la mano larga de Venecia está siempre abierta y dispuesta a ayudar ocultamente a todo aquel que se rebele en la Romania contra César Borgia. Todos los días se forman alianzas y pequeñas coaliciones, y en muchas ciudades se hallan los señores desterrados a las puertas de sus antiguas posesiones. El centro de la Romania, Urbino, ya ha caído, pero César domina aún en Imola, aunque no queda ya camino seguro que conduzca a esta última población. Una firme voluntad, unida al destino feliz, pudiera convertir al duque en el prisionero de sus súbditos, de sus criaturas y de sus aliados y vencidos de ayer. ¿Qué sucederá? ¿Qué ocurrirá?, pregunta la Signoria ansiosamente y con insistencia a Maquiavelo. Éste manda informes diariamente, pero no se cree obligado a escribir mucho: <<Vuestras Excelencias tienen que disculparme y pensar que tengo que tratar con un príncipe que gobierna de por sí; pero no quiere informar cosas fantásticas ni sueños. Así, pues, yo tengo también que cercionarme de que lo escribo, y para esto se necesita tiempo, el cual yo no desperdicio, sino que lo aprovecho>>.

magione_castillo

Castillo Magione

Nicolás no deduce conclusiones seguras e inmediatas de la mala situación de César, pues considera la derrota del duque sólo como el resultado pasajero de una revuelta militar. César aprenderá de esta lección a confiar sólo en sus propias tropas y no en las mercenarias. ¡Si solamente fuera el duque el que tuviera que soportar la negra crisis, otra cosa sería! Pero seguramente la suerte también intervendría, y Maquiavelo cree que el duque es un hombre de suerte. No en balde es hijo del Papa y aliado del rey de Francia, y la autoridad de esta posición goza de crédito ante la desgracia.

Pero por encima de todos los análisis y deducciones. Maquiavelo está arrebatado por la energía de César, y así sus informes revelan un gran entusiasmo por la acción. El pensador Nicolás, acostumbrado a permanecer durante noches en vela en su escritorio analizando tranquilamente y sin prisa sus pensamientos, se siente ahora, en medio de los tempestuosos y sin embargo regulados acontecimientos de Italia, en una esfera de decisión y de actuación desconocida hasta ahora por él. Desde un solo punto, desde el despacho de César, todo se ordena, y casi nada se trata. ¡Un mínimo de escribientes y un máximo de acción! Y todo acaece en el silencio de una quietud absoluta, protegida por el secreto. Nicolás no puede averiguar nada de los secretarios, de los jefes o de los ministros. Se halla en una corte sin mujeres, en un campamento sin habladurías, y la predilección de César por lo oscuro y tenebroso parece obligar a callar a todos. Maquiavelo ve aquí más mensajeros ir y venir durante un día, que en Florencia durante una semana. Aquí el dinero arregla todo: hace olvidar los errores del pasado, y tapa los boquetes de la derrota. <<Sin deliberaciones, sin consultas – escribe Nicolás desde Imola -, se gasta para el ejército en la semana decisiva más dinero que en otro país durante años.>>

El duque empieza ahora su contrataque. Hace evacuar por sus tropas los territorios más peligrosos, para no exponerse a una nueva derrota y refuerza a toda prisa las fortalezas que aún conserva en su poder. El redoblar de su tambor, llamado a reclutamiento, suena más estruendosamente que todas las palabras de rebelión. Su fama, como general, le salva. En catorce días tiene miles de nuevos reclutas e Imola se ha convertido en un gran campamento, donde sin interrupción se ejercita a los soldados bisoños bajo la dirección de los veteranos y vigilados por la mirada misma de César. Para halagar a los romanos de Romania les deja como comandante a uno de sus compatriotas. <<Nadie – escribe Maquiavelo – sabe tan bien como César disolver un ejército infiel y crear otro.>> También la ayuda de los franceses está por llegar. César se halla preparado, y se ha levantado por encima de la crisis, escribe Maquiavelo, <<dirigida su mirada hacia sus enemigos, dispuesto y deseoso de encender un gran fuego general >>. Los capitanes de la rebelión, un momento antes victoriosos, están como petrificados. Han dejado transcurrir un tiempo precioso y sin un plan uniforme cada uno opera por su propia cuenta. Nicolás advierte que los enemigos del duque no se preocupan por la presa común y que cada uno persigue sus propios fines, y cree que el duque lleva la ventaja de la cohesión interna de su ejército. Atacado por muchos enemigos, Borgia quiere separarlos y vencerlos aisladamente.

El miedo, el desacuerdo, la sospecha y la traición se asientan en el campamento de los victoriosos rebeldes. Y César llama a Maquiavelo para que presencie como testigo este juego, pues quiere que informe a Florencia cómo terminará este aquelarre.

–          Maquiavelo – dice el duque-, ahora todos se confiesan mis mejores amigos. Todos afirman que si han obrado contra mí lo hicieron contra su voluntad. Ayer Baglioni de Perugia me envió un mensaje de lealtad: hoy Orsini, haciendo acopio de valor, vino a verme personalmente disfrazado de mensajero. Mañana seguramente vendrá otro. Vitellozzo me escribe todos los días fervorosas cartas de rendimiento y sumisión, creyendo el infeliz que con palabras puede curar las heridas que su puñal me causaron. ¡Oh, piensan que pueden jugar conmigo!

–          Excelencia – contesta Maquiavelo -, nunca he dudado de su éxito. si hubiera anotado mi pensamiento desde el principio y día por día, podría aparecer ante V.E. como un profeta.

Sigue aquí (3)

Pin It on Pinterest