Durante el frío y sombrío mes de noviembre llegan a Imola las efusiones de los conversos. Todos quieren adelantarse en la traición a sus aliados. De Perugia, Siena, Camerino, de todos los focos de la rebelión llegan disfrazados de oficiales, de mensajeros y de confesores. Sin embargo, algunos rebeldes convertidos, que traen los mensajes de paz atacan al mismo tiempo a las tropas de César. Pero ningún <<condottiere>>, ni aun aquellos que secretamente tratan todavía de asaltar el castillo de Borgia, sale de la presencia de César sin ser consolado. El duque se sorprende de la ingenua credulidad de estos generales, avezados a todos los crímenes. ¿No se ocultará detrás de esto una malicia, más grande que la suya?
César desea sin pérdida de tiempo corromper a esa gente, y por eso quiere en absoluto que se le crea. Quiere demostrar a los enemigos que no se equivoca, que confía en ellos, y por eso no sólo los estrecha contra su corazón, sino que les dice:
− No quiero ante los que no creen en palabras huecas, emplear ninguna de ellas. Conquistadme nuevamente a Urbino. Las nuevas hazañas pueden sepultar antiguas las traiciones, y la nueva confianza se fomenta con el trabajo y los intereses comunes.
¡El tratado de paz entre César y todos los rebeldes es perfecto! Los insurrectos se comprometen a reconquistar para César todos sus antiguos dominios, permitiéndoles retener sus propios territorios, los que poseían antes de la rebelión. Entre ellos y César se firma una alianza defensivo-ofensiva.
Este tratado de paz inspira miedo a Nicolás. ¿No se habrán aliado los <<condottieri>> y César contra Florencia? <<Todo habla aquí de paz – escribe – y todo es preparación para la guerra.>> Pero ¿la guerra contra quién? Y trata de averiguarlo del mismo César.
El duque rechaza categóricamente la idea de atacar a Florencia ni aun permitir a Vitellozzo y Orsini sus viejas maniobras contra Toscana. Al mismo tiempo César cambia su tono de hablar: éste se convierte en enérgico. Como hasta ahora su situación no era muy brillante, afirma a Nicolás intimidado, no quería hacer a la Signoria grandes promesas, pero ahora, dice, <<estoy en condiciones de hacerlo y por eso pondremos fin a las generalidades, a las aseveraciones que nada dicen. Amistad, no en general, como Florencia desea, sino en particular para fines inmediatos. Me siento burlado por la Signoria, ésta es mi vecina y ha de saber si yo puedo hacerla algún bien>>.
– Florencia – prosigue diciendo César – toma a todo el mundo como <<condottiere>> a sueldo, menos a mí. ¿Por qué no pone Florencia a mi disposición, un ejército y al mismo tiempo no firma una alianza conmigo, prometida desde hace mucho tiempo y siempre retardada? En cambio yo estoy dispuesto a reconquistar Pisa y al cabo de poco tiempo a aniquilar a Vitellozzo.
– Imposible – contesta Maquiavelo – porque Vuestra Excelencia no es un simple <<condottiere>>, con el que se pueda hacer un contrato de arriendo en servicios, sino el señor más poderoso de toda Italia. Las alianza se basan en las armas ¿Cómo podría Florencia entregar a Vuestra Excelencia las armas y al mismo tiempo hacer un pacto con V.E.? Por lo que se refiere a Vitellozzo, Vuestra Excelencia acaba de firmar precisamente con este hombre un tratado perpetuo.
A esta última objeción César ordena que se le conteste a Maquiavelo, por medio de su secretario:
– Es ridículo tomar en consideración este convenio de paz, pues hasta los chicos se ríen de él. Vitellozzo y Orsini son dos serpientes venenosas de Italia, y existen miles de medios para anular este tratado. La Signoria tiene que enviar un embajador con plenos poderes, porque no conviene hacer las cosas por escrito ni tener que pedir continuamente instrucciones a Florencia.
Maquiavelo está asustado y su paciencia ha llegado hasta el límite. Desde hace dos meses se encuentra en Imola y de súbito se cierne un peligro gigantesco. Teme que la Signoria, engañada por la inactividad y las dificultades de César, no pasará por alto la catástrofe. Nicolás no recibe nuevas instrucciones, no tiene ya más que decir a César y tampoco es ya recibido por éste. <<Ante semejantes hombres permanecer callado es horriblemente peligroso>>, piensa Maquiavelo, y aunque las escapatorias tienen un límite, propone a la Signoria una estratagema. No hay que seguir irritando a César con su indecisión: Florencia debe obrar como si se armase para César; después se puede hacer que la opinión pública no se entere, y también no sería difícil abultar ante César los preparativos, <<pues éste no tiene posibilidad alguna de fiscalizarlos>>.
El día 11 de diciembre el duque y el ejército abandonan Imola. Maquiavelo los sigue a caballo, aunque no sabe a dónde van, pues nadie en el campamento conoce el objetivo del viaje: solamente se oyen conjeturas. <<Hasta los íntimos amigos hacen castillos en el aire>>, informa a Florencia. El ejército avanza despacio por los caminos y senderos angostos cubiertos de nieve y hielo. El misterio de esta marcha deprime a Nicolás y las muchas e interminables horas de camino dan tiempo para que vayan tomando cuerpo en su mente diversas sospechas sombrías. ¿Se dirigen contra Venecia o contra Florencia? El recuerdo de algunas frases habidas en sus conversaciones con César en Imola acelera el ritmo de su corazón. Si no temiese aparecer como un loco metería espuelas a su caballo y se adelantaría hacia Florencia. Pero ¿qué podría decir de nuevo a la Signoria que no lo hubiese ya escrito varias veces?
Después de diez días el ejército descansa en Cesena. Todavía el duque no sabe qué rumbo tomar.
En Cesena de repente suceden cosas extraordinarias. Desde esta ciudad César cita a sus nuevos-viejos amigos, Vitellozzo, Orsini y Olivretto. Los actores principales de La Magione tienen que conquistarle la ciudad de Sinigaglia. Ahí se reunirá con ellos para tomarles juramento de fidelidad. Sinigaglia se halla situada a orillas del Mar Adriático, en dirección opuesta a Toscana. La pesadilla de Nicolás desaparece. Pero nuevas incógnitas perturban sus días y al mismo tiempo los colman con creciente interés. César ha despedido a las tropas francesas que le habían acompañado hasta ahora – ¡una medida completamente inexplicable! -. El duque se empeña en demostrar la debilidad de sus fuerzas para conquistar, pues lo considera lo principal, la confianza de los que está con Vitellozzo. Así, pues, rodea a su ejército de un desorden hábilmente anejado, no preocupándose más del bagaje, y no da importancia al hecho de que sus soldados se alejen del ejército, habiendo cada días más desertores que roban por todas partes en la región. Los espías informan continuamente: el ejército del Papa se debilita cada día más y pronto dejará de existir.
De Cesena el duque marcha hacia Fano y a unos veinte kilómetros de Sinigaglia recibe la noticia de que esta ciudad ha capitulado, resistiendo solamente aún el fuerte de la ciudad. Borgia comunica a Vitellozzo que al día siguiente entrará el ejército del Papa en la ciudad y con la artillería atacará la fortaleza. Pide, por tanto, que se haga lugar para su ejército y que las tropas de los <<condottieri>> acampen fuera de la ciudad, a lo que todos los capitanes obedecen, menos Olivretto. Al mismo tiempo César envía a los Orsini y a Olivretto su saludo fraternal invitándoles a su recepción y a una gran fiesta en la Alcaldía. El 31 de diciembre de 1503, una maña sombría, todo el ejército de César se halla delante de Sinigaglia, donde se había citado con sus capitanes, los que desde hacía una semana se habían puesto en camino. César había dado las más detallada órdenes de cómo sus tropas habían de dividirse y ocultarse y con puntualidad matemática había hecho todos los preparativos. Durante varios días y noches en vela había vigilado estos preparativos, conservando maravillosamente el secreto. Ahora están ante las puertas de la ciudad diez mil infantes y dos mil soldados de caballería del ejército del Papa, los cuales entran en Sinigaglia. El duque en medio del séquito y guardia espera a los <<condottieri>>. A su encuentro vienen: Pablo Orsini, el duque de Gravina- Orsini y Vitellozzo. Apenas los capitanes se han aproximado a la escolta de César, cuando ésta les hace solícita y respetuosamente lugar al lado del duque, quien los saluda cordialmente – ¡pero los <<condottieri>> ya no salen del grupo! – César ve que falta Olivretto y hace una señal a su ayudante Don Michele. Éste a toda prisa va a caballo en busca de Olivretto, el cual se encuentra en la plaza del mercado ejercitando sus tropas. Amistosamente Don Michele le pregunta por qué no va a saludar al duque, y además le indica que debería él enviar enseguida sus soldados a sus cuarteles, pues de lo contrario éstos podrían ser atacados por la tropas del duque, y es lógico que ningún incidente debe ocurrir en tan hermoso día de paz y reconciliación. Olivretto imparte las órdenes necesarias y se va con Don Michele al encuentro del duque. Como los otros, también Olivretto es hecho prisionero.
Un cuarto de hora después que César se apoderó de lo <<condottieri>>, entró junto con ellos en la Alcaldía y los hizo encadenar, mientras que sus soldados penetran con ímpetu en los cuarteles de de las tropas de Olivretto, quienes nada sospechaban. En un momento todo fue destrozado, los soldados asesinados y la ciudad saqueada. A toda prisa envía Maquiavelo una esquela a Florencia: <<El duque apenas entró en la ciudad, detuvo e hizo prisionero a los Orsini, Vitellozzo y Olivretto. La ciudad fue saqueada. Reina confusión. Ahora son las tres de la tarde y todavía no he encontrado a nadie para enviar estas línea. En la próxima carta les contaré detalles. Según mi opinión mañana temprano los prisioneros ya no estarán con vida>>.
Maquiavelo no se había equivocado. Aquella misma noche Vitellozzo y Olivretto sentados sobre dos sillas, espalda contra espalda, fueron estrangulados con la misma cuerda*. Los dos Orsini aparecieron asesinados unos días más tarde.

Placa sobre la casa de Bernardino Quartari da Parma, en Senigallia conmemora los asesinatos de VitellozzoVitelli y Oliverotto da Fermo
Desde su habitación Nicolás oye el trote de los caballos de la guardia de César que se empeña en detener el pillaje de sus propias tropas, y los gritos aislados, el toque trompetas y el humo obligan a Maquiavelo a cerrar la ventana. Sin embargo, el florentino vence el cansancio y la excitación y se calma escribiendo, sin cesar en su tarea hasta haber descrito todos los pormenores del día. Califica de frío este 31 de diciembre. <<considerándolo de todos modos muy raro y extraordinario>>.
Es la traición más grande que jamás había de ver Nicolás personalmente. Y no solamente el espíritu, sino también la técnica de la falsedad, consciente de sus fines, su habilidad, su elegancia lo llenan de admiración; y sólo entonces, por virtud de ese acto, entiende lo acaecido en las semanas precedentes a César y su ejército. Esta noche Maquiavelo se cree muy cerca del duque; pero la noche no había terminado para él, pues cerca de las os de la madrugada Borgia lo llama. La malquerencia de César hacia Florencia ha desaparecido; el príncipe recibe a Maquiavelo radiante de dicha y marvillosamente excitado:
– Maquiavelo – le dice -, hasta ahora no podía rebelarte lo que me proponía, cuando te afirmaba que soy un amigo de Toscana. Os he librado de los enemigos más peligrosos. Para deshacerse de Vitellozzo y de Orsini, la Signoria hubiese sacrificado doscientos mil ducados, y aun así tampoco lo hubiera logado tan completa y rotundamente como yo.
Pero el duque no se detiene en cosa pasadas, y el asesinato acaecido apenas dos horas, pertenece ya al pasado. Quiere abandonar Sinigaglia al día siguiente, <<lo hubiese hecho ya hoy, dice, pues a Rocca se ha rendido, y si me quedo es para poner fin al pillaje>>. César estudia ahora las consecuencias del hecho, pues si no se hace todo no se logra nada. Tiene dos enemigos todavía: el duque de Urbino y Pandolfo Petrucci en Siena. Es cierto que el duque de Urbino se halla expulsado de sus dominios y de su ciudad, pero vaga como fantasma hostil a Borgia, y ahora se encuentra en Toscana: la Signoria debe enrtegarlo.
– Excelencia – contesta Maquiavelo a pesar de la alegre disposición de ánimo que une ahora a estos dos hombres -, nuestra dignidad no nos permite tal acción. Florencia nunca entregará a un refugiado.
– Maquiavelo, hablas muy bien – le contesta el duque sin extenderse más sobre el asunto -. Pero en lo que se refiere a Petrucci, tenemos que obrar juntos sin demora. Petrucci es el cerebro de la rebelión que iba contra nosotros. Sigue siendo un enemigo peligroso, es inteligente y rico, y seguramente reunirá los restos dispersos de nuestros enemigos, pues él es el que proveía de dinero a Vitellozzo contra Florencia. Y Florencia puede y debe vengarse, pues el que no se venga, merece ser ofendido nuevamente. Entiéndeme bien: Siena es aliada de Francia; no quiero en absoluto tomar Siena, sino solamente aniquilar a su soberano Petrucci. El Papa negociará con éste y lo tratará paternalmente. Pero esto no debe engañar a la Signoria: es solamente una medida de precaución; pues yo, mientras tanto, procederé contra él. <<Créeme, Maquiavelo, es muy agradable el poder engañar a Petrucci, a este maestro de la traición.>>
Únicamente a la madrugada Nicolás logra acostarse, pero sólo por unas cuantas horas, pues el ejército emprende de nuevo la marcha. Maquiavelo comparte su vida y describe sus dificultades. Este ejército se mueve con una velocidad desconocida en Italia. No tiene cuarteles de invierno y recorre centenares de kilómetros en pocas semanas. Nicolás escribe todas las noches después de cada penosa jornada a caballo, y recuerda insistentemente a la Signoria que debe felicitar al duque. A César le apasionan las felicitaciones, y quiere que el acto Sinigaglia haya tenido una justificación moral ante todo el mundo. A este fin, pocas horas después del asesinato, envió a los Estados de Italia y a los soberanos de Europa una descripción de los acontecimientos. Todas las medidas que los <<condottieri>> asesinados habían tomado, por orden de César, son tergiversadas por éste con perfidia. <<so pretexto de conquistarme Sinigaglia, los traidores habían acumulado el poderío de sus tropas ocultándolas en los castillos vecinos. Durante la noche de mi llegada tenían proyectado atacarme junto con la guarnición de la Rocca>>. Y no solamente Maquiavelo, sino toda Europa cree esta afirmación. Luis de Francia felicita a César por su acto, <<digno de un antiguo romano>>. El historiador Giovio lo califica de <<hermosa traición>>. La duquesa Isabel de Gonzaga, muy conocida por su devoción, envía a César, como señal de admiración, cien hermosas caretas para el carnaval. Sólo los probos padres de la Signoria se hacen los puritanos, con gran temor de Maquivelo. Es cierto que le encargan felicite en nombre de Florencia al duque, pero le recalcan sea muy moderado en sus expresiones, y ante todo subraye que la Signoria supone que los muertos habían sido realmente culpables. <<Entre nosotros, creemos, que todo lo que ha pasado no se compadece con el honor y buena fe.>> Pero a Nicolás estas instrucciones le parecen completamente incomprensibles, y está decidido a no cumplirla. Al día siguiente queda libre de esta preocupación, pues la Signoria le envía una nueva carta en la que se le manifiesta que los señores <<de los Diez>> ha reflexionado de nuevo y creen que Nicolás debe expresar al duque su mayor admiración y agradecimiento de los florentinos por haber aniquilado a enemigos tan peligrosos.
César agradece estas expresiones y aclara detalladamente a Maquiavelo, en su última audiencia, que le es necesario aparecer como lo es en realidad: ¡como el restaurador del derecho! Para él el que la Signoria proclame en voz alta esta verdad es aún más importante que la ayuda militar. Quiere que en las ciudades conquistadas reine la paz y la tranquilidad, y por eso deja volver a Perugia a los enemigos desterrados porque estos emigrados ansían la soberanía de la fuerza. <<Yo no derribo a un tirano para abrir las puerta a diez tiranos nuevos. Mi concepción del gobierno, en esta forma, es la causa de que algunas ciudades se levanten contra mí. Si no se cree en mi palabra, como en Siena, entonces llevo la artillería ante las murallas de la ciudad.>>
Los dos se separan pronunciando discursos de paz y de justicia, sobre la situación imperante y las nuevas formas de la soberanía. La Signoria ahora más que nunca se decide a no hacer ninguna alianza con César y, para ocultar su propósito, sigue el consejo insistente de Nicolás, llama a éste de vuelta y envía un embajador extraordinario, Jacobo Salvati, miembro de las principales familias de la República.
Durante tres meses y medio que Maquiavelo permaneció junto a César, poco pudo lograr para Florencia; pero durante ese tiempo impulsó tan bien el corazón latente del poder como nunca lo hiciera ni antes ni después.
*Michelotto Corella (Michelotto Coreglia o Michele di Corella o Miguel de Corella) fue un condotiero valenciano nacido en fecha desconocida en la ciudad de Valencia y asesinado en Milán en enero del año 1508.
Conocido como el Verdugo de Valentino, conoció a César Borgia durante sus estudios en la Universidad de Pisa. Con el tiempo desarrolló una devoción ilimitada hacia él. El número exacto de asesinatos que cometió bajo el mando de los Borgia todavía se desconoce. Sorprendentemente, asesinó a Vitellozzo Vitelli y Oliverotto da Fermo a la vez, estrangulándolos con una cuerda de violín en Senigallia el 31 de diciembre de 1502. Tras su detención el 1503, Corella fue primeramente encarcelado en Florencia y luego en Roma donde fue interrogado y torturado. Sin embargo, renunció a revelar los secretos que conocía sobre los Borgia. Fue liberado en 1505 y, gracias a la intervención de Nicolás Maquiavelo, fue contratado en Florencia en Bargello. Mantuvo esta posición durante dos años, hasta 1507. Fue asesinado en Milán en 1508 por varios campesinos, debido que generó muchos enemigos al ser el principal verdugo de César Borgia, las causas de la muerte no son claras, pero probablemente ocurrieron aprovechando la total ausencia de su señor.
Fuente: Valeriu Marcu: Maquiavelo. La Escuela del Poder (Espasa Calpe Argentina, 1945)
Colofón trás la tercera entrega: todo son preguntas para mí. ¿Qué habría sido de nosotros sin Maquiavelo?…. ¿Qué ha sido de nosotros con él?……. ¿Cómo habrían sido las cosas después si no hubieran existido la revolución francesa y el impulso de la ilustración? ¿El fín justifica los medios?…. ¿Podemos comprender algo sin haber estado allí?….La historia….. ¿es un relato interesado, un objeto manipulado, una ficción, un intento por comprender……..?. Preguntas.
En efecto, Maquiavelo genera todas esas preguntas; ahora bien, se puede decir que el Estado Moderno, nace bajo estas condiciones: violencia, sangre y muerte. Somos herederos de estos principios. También es importante contextualizar estas condiciones en una época de transición del modelo medival de estado.
El Príncipe es un libro de poca extensión pero extremadamente conceptual. Es un tratado de ciencias políticas y el tema central es el poder. Cómo obtenerlo, cosa complicada, y cómo mantenerlo, algo mucho más difícil con seguridad. Sus razonamientos se basan en innumerables ejemplos históricos, que a cada paso surgen en el libro. De Maquiavelo suele criticarse su falta de moralidad y ética. Este es un error importante. Maquiavelo hace su análisis sin importar si está bien o mal. No es la idea, la idea es contestar la pregunta cómo llego al poder y cómo lo mantengo. Él, basado en la historia y un análisis de la misma, marca cómo hacerlo. Él da una visión objetiva, como lo hace la ciencia. Describe y analiza. La pregunta no es si está bien o mal, la pregunta es cómo, y eso es lo que responde. Su concepción general del poder se deriva de la observación de la práctica política, es decir, la observación hecha a partir de la descripción de los mecanismos reales del ejercicio efectivo del poder. Por esta razón, Maquiavelo es considerado como el iniciador de la moderna ciencia política que rechaza las teorías políticas del feudalismo medieval o la vinculación que Platón y Aristóteles habían establecido entre ética y política.
A Maquiavelo se le atribuye la máxima “el fin justifica los medios”. Aunque no enunció dicha fórmula, se suele afirmar que concentra en gran medida el espíritu de los planteamientos de este pensador italiano.
Jürgen Habermas afirma que Maquiavelo es quién abre la política moderna y la instaura como una disciplina independiente, separándola de la ética como usualmente se entendía en la filosofía política desde Aristóteles. En este sentido teórico Maquiavelo sería revolucionario. Es por este motivo que se logra poner a la política sobre bases laicas, liberando al poder de la concepción cristiana, que afirma en último término que el monarca gobierna por voluntad de dios, mandato divino y que todo intento de fundamentación racional está demás negado, no quedando para el pueblo más que acatar.
¿La historia? ¿Para qué sirve la historia que se enseña en «los medios deformación de masas», citando a Agustín García Calvo? Pues, con el pretexto de recordarnos lo que hacían nuestros abuelos, lo que suele enseñarse o inculcar más bien es una especie de relato de no sé qué proceso de construcción deliberada y agresiva de una identidad muy peculiar, puesto que no afecta a un solo individuo, pero tampoco a todos; una identidad restringida a los habitantes de un país o una nación, aunque también, y a veces al mismo tiempo, a los miembros de una clase social, una raza o una secta religiosa.
Saludos