Este verano hemos asistido al culebrón artístico protagonizado por un Ecce Homo de un siglo de antigüedad y escaso valor artístico, que hace unas semanas sufrió una peculiar restauración por parte de una vecina de la localidad zaragozana de Borja. La artífice del estropicio es Cecilia Giménez, una mujer octogenaria que actuó de forma espontánea. Ella ha argumentado en entrevistas con medios españoles que el cura de la iglesia estaba al tanto de lo que ella hacía, y que el escándalo se armó antes de que terminara su restauración. La pintura era obra del artista Elías García Martínez y fue realizada a principios del siglo XIX. La pintura, a pesar de ser una obra descatalogada, no es de gran importancia, y tampoco forma parte de ningún conjunto pictórico ni retablo, tanto es así que nadie se daba cuenta de ella sino hasta ahora, después del trabajo de “restauración” de doña Cecilia Giménez. La prensa diaria, las agencias de noticias y las redes sociales, de manera viral reprodujeron la noticia del Ecce Homo y generando una repercusión mundial. El resultado de la intervención se convertió inmediatamente en objeto de parodia, carne de fotomontaje.
A los pocos días el Ayuntamiento de Borja decidió registrar la marca «Ecce Homo« «en todas sus variantes», para evitar que se haga un uso «indecoroso, indebido o grotesco» de la pintura mural que se ha hecho famosa por la restauración perpetrada por la pintora aficionada Cecilia Giménez.
Más de uno que haya leído la noticia habrá sonreído, carcajeado o desternillado de risa. Las redes sociales, sobre todo, son las que más han explotado la noticia. Ellas demuestran que la fama, que, lejos de llegar siempre por la virtud o el buen hacer, llega cada vez más de la mano del disparate, la ignorancia y la osadía. Redes sociales cuyas simpatías y adhesiones dependen más de la actitud lúdica de sus usuarios que de un criterio más racional. Sí porque la risa es la que cotiza un gran número de adhesiones, sobre todo si es la de otro.
Según el diccionario Maria Moliner ésta es la definición de grotesco: (del it. «grottesco«, adorno arquitectónico que imita las rocas ásperas de las grutas)1 adj. Se aplica a las cosas que, intencionada o no intencionadamente, provocan risa o predisponen el ánimo a ella: Bufo, burlesco, chocante, chusco, estrambótico, jocoso, regocijante, risible. Facha, fachoso, *mamarracho. Carnavalada, sainete. *Cómico. *Extravagante. *Feo. *Ridículo.
Así que aquí tenemos la palabra clave de este adjetivo: la risa y su predisposición. Sobre este aspecto es el que quiero llamar la atención. No sé si hace bien el ayuntamiento de Borja en registrar el eccehomo para evitar un uso grotesco del mismo. Lo que sí podemos afirmar es que la risa del mundo moderno ya no es inocente; lo que salió verdaderamente mancillado de Auschwitz fue la risa, no la poesía. A los judíos se les gastaba una broma espantosa: quitaos la ropa, vamos a daros una ducha… En este aspecto Lo GROTESCO actúa como principio y motor de lo MACABRO; su iniciación, su arranque.
Sobre esta cualidad de lo grotesco quiero llamaros la atención. El historiador Angel González García reflexiona sobre este aspecto en su libro «Arte y Terror«. Este autor nos adelanta que de Gericault a Delacroix y de éste a Cézzane, pasando por Baudelaire o Edgar Allan Poe hasta desembocar en los dadaístas franceses y en múltiples derivaciones posteriores, el arte moderno está marcado por un culto al horror y al terror. La complicidad entre arte y crimen (y no sólo entre artistas y criminales) se respiraba en los ambientes saturados de la vanguardia de finales del siglo XIX, como reflejan numerosas alusiones de la literatura de la época.
Según Angel González, la intensificación y exacerbación de la risa moderna, no ha dejado nada de lo que no hacer completo y constante escarnio, y encima con el consentimiento y aplauso generales; hasta el punto de que un nuevo “RÍETE DE TODO” ha suplantado al antiguo mandato délfico del “CONÓCETE A TI MISMO”. Este es el aporte de la caricatura moderna: acaba convirtiéndose en algo demoledor. El mundo como un gran Carnaval es la visión de los caricaturistas del s. XIX. De este modo lo grotesco moderno está asentado en el arte desde que los caricaturistas del siglo XIX llevaron a la risa moderna a las puertas del infierno.
Baudelaire ya adelanta esto en su ensayo « La esence de la rire, et genéralément du comique dans les arts plasitiques » (1855) La esencia de su ensayo es que la risa tiene un origen satánico. La risa procede de la conciencia cristiana de una caída original. (le rire humain est intimement lié à l’accident d’une chute ancienne, d’une dégradation physique et morale).
Para Baudelaire lo cómico absoluto estaba representado por el Pierrot inglés: resumido en la sensación de vértigo que el Pierrot inglés provocaba en el público con sus cabriolas y aspavientos, además de sus muecas, incomparablemente más grotescas que las del Pierrot francés. Al final de su actuación Pierrot era conducido a la guillotina, donde su cabeza se desprendía del cuello rodando ruidosamente hasta la concha del apuntador. Pero de repente, el torso decapitado se levantaba y recogiendo su cabeza, la introducía en su su bolsillo.
Baudelaire, consideraba extraño el uso de la guillotina en Inglaterra en vez de la orca: “Y allí estaba el fúnebre instrumento plantado sobre las tablas francesas, asombradas de esta romántica novedad”, escribió Baudelaire, despistado más que asombrado. Porque el adjetivo que en verdad le correspondía a esa “novedad” no era romántica, sino cómica; o aún mejor: grotesca
Angel González menciona un libro de los hermanos Goncourt (Eduard y Jules): Manette Salomon (1867). Los Goncourt estaban obsesionados por la extensión de <<la Blague>> (Burla) en su época. Aseguraban que había comenzado como novatadas en los estudios de los artistas y acabado luego por mancharlo y estropearlo todo, volviéndose costumbre demoledora de todo lo bueno o bello que nos había ido quedando en este mundo, y hasta de lo más santo, como es un cadáver. Atrevimiento que merecería una palabra más fuerte que burla, como es sarcasmo o escarnio: ESCARNIO, del griego SARKAZO, desollar o sacar la carne a tiras. “La Blague, esa risa terrible, rabiosa, febril, malvada, casi diabólica, de niños maleducados, de niños corrompidos por la decrepitud de la civilización.«
Para los Goncourt, criticando las novatadas, lo grotesco está por doquier; aún más: da forma a la experiencia moderna, es su formato más característico, su principal forma de hacerse visible… Esta época es la de la BROMA, sin dejar de ser al mismo tiempo LA ÉPOCA DEL TERROR. Lo viene siendo desde el siglo XIX como escribía Walter Benjamin. La ÉPOCA DEL INFIERNO es la sede tradicional de lo GROTESCO.
De modo que lo grotesco como principio y motor de lo MACABRO; su iniciación, su arranque reaparece por doquier en el siglo XX y en nuestros días. Lo GROTESCO MODERNO consiste en la imitación fallida, torpe y desangelada, falta de gracia, de algo noble y bello. En el siglo pasado tenemos el ejemplo de los campos de exterminio nazis. ¿Acaso no es una grotesca parodia para su profesión la realizada por los médicos nazis en los campos de concentración como Mauthausen? En la actualidad, hace poco hemos sido testigos de los ejemplos de torturas de la cárcel de Abu Ghraib en Irak.
¿Cual es el objetivo de sus autores? La ridiculización del enemigo, su transformación en objeto continuo de bromas y farsas, es un procedimiento sencillo para hacer menos inquietante moralmente, casi intrascendente, o francamente trivial su persecución y exterminio.
En las cárceles iraquíes y los campos nazis esas prácticas humillantes, ese trabajo de lo grotesco, no tenía como objeto ablandar a las víctimas sino a endurecer a los verdugos; convencerles, no sólo de que a las víctimas no se las podía tomar en serio, sino que además urgía eliminarlas una vez tomadas en broma.
Todos esos castigos grotescos que se infligieron en las cárceles iraquíes no eran efectos aberrantes y descontrolados de una complicada operación militar, sino atisbos o avisos de un genocidio por razón de la raza o las creencias, así como señales harto verosímiles de una acción de represalia.
Es muy probable que la inquietante afición del hombre a burlarse cruelmente de todo de los artistas de 1840 haya ido poco a poco desplazándose hacia el trabajo artístico propiamente dicho, dejando ser una mala costumbre para convertirse en una forma de arte. El arte como como transgresión ¿no estaría escondiendo algo muy poco apetecible? Las malas costumbres de las vanguardias. Ejemplos: el juicio a Barrés por los surrealistas en 1921 (una farsa de juicio en el Aragon pidió la pena de muerte), las llamadas telefónicas a la madre de Jean Cocteau aterrorizándola, Dalí…
Lo grotesco crecía y crecía a su antojo entre esa gente tan ingeniosa como peligrosa los surrealistas), crecía a su antojo, casi sin freno… hasta la actualidad, con todos sus herederos.
No quisiera que este post tuviese una lectura apocalíptica sobre la risa. Tan sólo llamar la atención de cómo nuestra sociedad actúa igual que una manada de lobos ante una noticia que, a primera vista, parece banal, tan sólo risible. El ensañamiento producido, sobre todo a través de las redes sociales, sobre una anciana de 84 años ha sido bastante cruel. Ser cruel en público con alguien no creo que forme parte de los valores óptimos de cualquier sociedad. La hipocresía que rodea a este hecho por un error sin maldad es notoria, primero por parte de las autoridades y habitantes del pueblo de Borja, insensibles al deterioro de su patrimonio, esos a los que nunca les importó, aunque ahora digan otra cosa, que la pobre anciana se buscara la vida, agarrara las pinturas y tratara de reparar el desaguisado; y ahora se sienten con derecho a juzgar lo que ha salido como si le hubieran hecho el encargo a una restauradora del Prado. Sí, lo grotesco, gana adeptos y se extiende por los medios de masas. Nuestra insensibilidad causada por lo risible bien puede utilizarse por gente poderosa para mostrarnos en un futuro no muy lejano cualquier noticia interesada ¿Cual será el siguiente paso? ¿Nos resultará cómico ver una muerte ajena? ¿una violación? ¿Disfrutaremos de los actos de vandalismo y otros géneros de violencia siempre que nos lo muestren con un gag cómico? Ya que las corridas de toros han entrado en decadencia, ¿podrían recuperar los actos de fe presentados por el Gran Wyoming? En telecinco, eso sí.
Fuentes: Angel González: «Arte y terror», editorial Mudito & Co
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